Michelle arañaba las teclas del piano con tal fervor, que olvidó que la leche de Santi estaba calentándose y se subió.
Santiago sabía que, cuando Michelle tocaba de esa manera las canciones que tenían una belleza única, no debía interrumpirla.
Inventaba letras, rápidas y olvidadas tras cada acorde nuevo que nacía.
Tomás entró, silencioso, como solía hacerlo desde hace un tiempo. Saludó a Santi, y se apoyó en la pared, mirándola.
-No te sentí llegar -Dijo Michelle, fascinada, al verle.
-Hace siete minutos -sonrió.
-No me refiero a hoy, puntualmente.
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4 han escrito lo que sienten:
que linda la apariencia de tu blog, y me gustaron mucho tus entradas.
un beso, que estes genial ♥
cuatro de milo y sin azucar
pero es bacan no estar pendiente de ella
en la cocina
de alguien
estas letras me causaron ganas de tocar el piano jeje
Un beso, me gusta mucho tu blog :)
la música hace que la vida sea en otros tonos, querida...
besicos
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